19 de octubre
Obispos,
sacerdotes y religiosas participan en “Vía Crucis Amazónico” en el Vaticano
20 de octubre
Homilía
del Papa Francisco en la Jornada Misionera Mundial 2019
El
Papa Francisco revela el secreto de la misión
Papa
Francisco: la oración es la condición indispensable para la misión
El
Papa Francisco invita a imitar el ejemplo del beato mártir Alfredo Cremonesi
19 de octubre
Obispos, sacerdotes y religiosas participan en “Vía
Crucis Amazónico” en el Vaticano
Temprano, a las 8:30 de la mañana, junto al Castillo de Sant’Angelo, muy cerca del Vaticano, la Casa de la Amazonía organizó un “Vía Crucis Amazónico” en el contexto del Sínodo de la Amazonía, que se desarrolla en Roma hasta el próximo 27 de octubre
En el Vía Crucis, los indígenas de la Amazonía y sus reivindicaciones tuvieron el protagonismo, pero también participaron sacerdotes, religiosos, religiosas y obispos.
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Entre los obispos participantes estaba el Cardenal Pedro Barreto, Arzobispo de Huancayo y Vicepresidente de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) –principal impulsor de la Casa de la Amazonía–, y Mons. Roque Paloschi, Arzobispo de Porto Velho, Presidente del Consejo Indigenista Misionero (CIMI) –otra de las organizaciones participantes en la Casa de la Amazonía–, quien incluso se animó a participar en alguno de los bailes indígenas.
Fue una ceremonia en la que, como está siendo habitual en los eventos de la Casa de la Amazonía, se mezclaba elementos de la espiritualidad indígena de la Amazonía con referencias al cristianismo.
El Vía Crucis comenzó en los jardines del Castillo con la canción “Solo le pido a Dios”, de la cantautora argentina Mercedes Sosa, y finalizó en la Plaza de San Pedro del Vaticano junto al Obelisco central, después de haber recorrido toda la Vía de la Conciliación.
Los participantes, situados en círculo, portaban objetos típicos de la Amazonía: una canoa de grandes dimensiones, la imagen de la mujer embarazada –que según los portavoces de la Casa de la Amazonía representa a la fertilidad–, cuencos con comida e instrumentos musicales indígenas.
La imagen de la mujer embarazada es un elemento que ha ocasionado cierta confusión en el ámbito del Sínodo de la Amazonía, ya que las fuentes oficiales del Vaticano han ofrecido explicaciones contradictorias sobre su significado.
En este sentido, Paolo Ruffini, Prefecto del dicasterio para la Comunicación, dijo en rueda de prensa que la imagen no representa a la Virgen María, pero días antes el canal en portugués de Vatican News indicó que se trata de “Nuestra Señora de la Amazonía”.
En el centro sobre el suelo situaron la canoa, la imagen de la fertilidad y fotografías de los llamados mártires de la Amazonía, entre los que estaba San Óscar Romero, el único canonizado por la Iglesia Católica.
Los demás “mártires” eran la hermana Cleusa, Marçal de Souza, Josimo Morales, el P. Vicente Cañas, la hermana Inés Arango, Galdino Pataxó, el P. Alcides Jiménez, la hermana Dorothy Stang, Mons. Alejandro Labaka, el P. Ezequiel Ramín, el P. Rodolfo Lunkenbein, el P. Simao Bororo y Chico Mendes.
Tras los cánticos iniciales, se explicó el sentido de la celebración: “Recordar los mártires de la caminada, las vidas dadas por el Reino de la vida. Recordamos también nuestras vidas, las alegrías y esperanzas que nos trajeron hasta aquí, y las tristezas y angustias de nuestros pueblos de la Panamazonía y de la tierra”.
Luego, un indígena inició una ceremonia de purificación esparciendo con una pluma entre los asistentes el humo de unas plantas que ardían en un cuenco a modo de incensario.
Algunas imágenes del Via Crucis Panamazónico esta mañana en el Vaticano #SinodoAmazonico #SinododelaAmazonia
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Las 14 estaciones estaban adaptadas: “Jesús es condenado a muerte”, “oprimido por la Cruz”, “abandonado por todos”, “madre e hijo”, “Jesús es ayudado”, “la comunidad de los que sufren y llevan la carga”, “los desposeídos”, “el clamor de las mujeres”, “marginado y golpeado”, “despojado de sus vestiduras”, “clavado en la Cruz”, “muerte en la Cruz”, “semilla de esperanza”, “tinieblas y sombras de muerte”, y, la 15ª: “el resucitado acompaña al pueblo de Dios en su camino”.
Además, cada estación estaba acompañada por una frase o tema: “derechos humanos”, “los grandes proyectos de ‘desarrollo’ en la Cuenca del Amazonas”, “reconciliación”, “el encuentro”, “las culturas de la Panamazonía”, “un llamado para todos/as”, “los que luchan por su tierra”, “mujeres en la Panamazonía”, “los más vulnerables”, “opresión del pueblo”, “destrucción de la naturaleza”, “el mundo desgarrado”, “el pueblo de Dios emerge”, “vida y muerte”, “el resucitado acompaña al pueblo de Dios en su camino”.
Al finalizar cada estación, una persona diferente leía una breve reflexión. Entre los mensajes que se transmitieron, se lamentó que “la hermana madre tierra grita por la explotación excesiva que se comete en los 9 países de la Panamazonía”. Se denunció que “la violencia inhumana y las ansias ciegas de destrucción oprimen la vida de quienes viven en la Panamazonía”. También se pidió perdón “por los errores cometidos como Iglesia y como humanidad; sobre todo por los abusos de la colonización, la violencia sistemática a sus derechos y el etnocidio realizado con tantos pueblos a lo largo del continente”.
Se advirtió de que “científicos y ecologistas presagian tinieblas y sombras de muerte para nuestra tierra si no paramos el uso indiscriminado de recursos”. Por ello, “el llamado como Iglesia que tenemos es anunciar el Evangelio de Jesús y denunciar los atropellos que vive la hermana madre tierra”.
Asimismo, se puso como ejemplo las protestas en Ecuador, donde muchas iglesias sufrieron ataques por parte de manifestantes la semana pasada, de cómo “los pueblos indígenas andinos y amazónicos, el pueblo mestizo, otras poblaciones y organizaciones sociales unieron sus voces y marcharon para enfrentar la injusticia”.
Imágenes del Via Crucis Panamazónico realizado hoy en el Vaticano #SinodoAmazonico #sinododelaamazonia
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Al llegar a la Plaza de San Pedro, mientras se meditaba sobre la estación final, algunos de los participantes se tumbaron en el suelo, sobre las fotografías de los llamados mártires de la Amazonía, simulando estar muertos. Al finalizar esta 15ª estación, dedicada a la Resurrección, las personas tumbadas en el suelo se levantaron simulando resucitar y alzaron las manos al cielo en acción de gracias.
Por último, subieron a una niña a la canoa y, tras pintarle la cara con signos amazónicos, y engalanarla con una corona de plumas y unas maracas, la subieron a hombros sobre la canoa y, entre cánticos y aplausos, la portaron en círculos alrededor de los asistentes.
20 de octubre
Homilía del Papa Francisco en la Jornada Misionera
Mundial 2019
El Papa Francisco celebró este domingo 20
de octubre la Santa Misa por la Jornada Misionera Mundial con ocasión del Mes
Misionero Extraordinario en la que animó a los fieles católicos a “testimoniar,
bendecir, consolar, levantar y transmitir la belleza de Jesús”.
En la Eucaristía realizada en el interior
de la Basílica de San Pedro del Vaticano el Santo Padre señaló que “la Iglesia
anuncia bien sólo si vive como discípula. Y el discípulo sigue cada día al
Maestro y comparte con los demás la alegría del discipulado. No conquistando,
obligando, haciendo prosélitos, sino testimoniando, poniéndose en el mismo
nivel, discípulos con los discípulos, ofreciendo con amor ese amor que hemos
recibido”.
A continuación, la homilía pronunciada por
el Papa Francisco:
Quisiera escoger tres palabras de las
lecturas: un sustantivo, un verbo y un adjetivo. El sustantivo es el monte: de
esto habla Isaías, cuando profetiza acerca de un monte del Señor, más
elevado que las colinas, al que confluirán todas las naciones (cf. Is 2,2). El
monte vuelve en el Evangelio, ya que Jesús, después de su resurrección,
indica a los discípulos, como lugar de encuentro, un monte de Galilea,
precisamente en Galilea, que está habitada por muchos pueblos diferentes, la
«Galilea de los gentiles» (cf. Mt 4,15). Entonces, pareciera que el monte es el
lugar donde a Dios le gusta dar cita a toda la humanidad. Es el lugar del
encuentro con nosotros, como muestra la Biblia, desde el Sinaí pasando por el
Carmelo, hasta llegar a Jesús, que proclamó las Bienaventuranzas en la
montaña, se transfiguró en el monte Tabor, dio su vida en el Calvario y
ascendió al cielo desde el monte de los Olivos. El monte, lugar de grandes
encuentros entre Dios y el hombre, es también el sitio donde Jesús pasa horas
y horas en oración (cf. Mc 6,46), uniendo la tierra y el cielo; a nosotros,
sus hermanos, con el Padre.
¿Qué significado tiene para nosotros el
monte? Que estamos llamados a acercarnos a Dios y a los demás: a Dios, el
Altísimo, en el silencio, en la oración, tomando distancia de las
habladurías y los chismes que contaminan. Pero también a los demás, que
desde el monte se ven en otra perspectiva, la de Dios que llama a todas las
personas: desde lo alto, los demás se ven en su conjunto y se descubre que la
belleza sólo se da en el conjunto. El monte nos recuerda que los hermanos y
las hermanas no se seleccionan, sino que se abrazan, con la mirada y, sobre
todo, con la vida. El monte une a Dios y a los hermanos en un único abrazo, el
de la oración. El monte nos hacer ir a lo alto, lejos de tantas cosas
materiales que pasan; nos invita a redescubrir lo esencial, lo que permanece:
Dios y los hermanos. La misión comienza en el monte: allí se descubre lo que
cuenta. En el corazón de este mes misionero, preguntémonos: ¿Qué es lo que
cuenta para mí en la vida? ¿Cuáles son las cumbres que deseo alcanzar?
Un verbo acompaña al sustantivo monte:
subir. Isaías nos exhorta: «Venid, subamos al monte del Señor» (2,3). No
hemos nacido para estar en la tierra, para contentarnos con cosas llanas, hemos
nacido para alcanzar las alturas, para encontrar a Dios y a los hermanos. Pero
para esto se necesita subir: se necesita dejar una vida horizontal, luchar
contra la fuerza de gravedad del egoísmo, realizar un éxodo del propio yo.
Subir, por tanto, cuesta trabajo, pero es el único modo para ver todo mejor,
como cuando se va a la montaña y sólo en la cima se vislumbra el panorama
más hermoso y se comprende que no se podía conquistar sino avanzando por
aquel sendero siempre en subida.
Y como en la montaña no se puede subir
bien si se está cargado de cosas, así en la vida es necesario aligerarse de
lo que no sirve. Es también el secreto de la misión: para partir se necesita
dejar, para anunciar se necesita renunciar. El anuncio creíble no está hecho
de hermosas palabras, sino de una vida buena: una vida de servicio, que sabe
renunciar a muchas cosas materiales que empequeñecen el corazón, nos hacen
indiferentes y nos encierran en nosotros mismos; una vida que se desprende de
lo inútil que ahoga el corazón y encuentra tiempo para Dios y para los
demás. Podemos preguntarnos: ¿Cómo es mi subida? ¿Sé renunciar a los
equipajes pesados e inútiles de la mundanidad para subir al monte del Señor?
Si el monte nos recuerda lo que cuenta
—Dios y los hermanos—, y el verbo subir cómo llegar, una tercera palabra
resuena hoy con mayor fuerza. Es el adjetivo todos, que prevalece en las
lecturas: «todas las naciones», decía Isaías (2,2); «todos los pueblos»,
hemos repetido en el salmo; Dios quiere «que todos los hombres se salven»,
escribe Pablo (1 Tm 2,4); «id y haced discípulos a todos los pueblos», pide
Jesús en el Evangelio (Mt 28,19). El Señor es obstinado al repetir este
todos. Sabe que nosotros somos testarudos al repetir “mío” y “nuestro”: mis
cosas, nuestra gente, nuestra comunidad..., y Él no se cansa de repetir:
“todos”. Todos, porque ninguno está excluido de su corazón, de su salvación;
todos, para que nuestro corazón vaya más allá de las aduanas humanas, más
allá de los particularismos fundados en egoísmos que no agradan a Dios.
Todos, porque cada uno es un tesoro precioso y el sentido de la vida es dar a
los demás este tesoro. Esta es la misión: subir al monte a rezar por todos y
bajar del monte para hacerse don a todos.
Subir y bajar: el cristiano, por tanto,
está siempre en movimiento, en salida. De hecho, el imperativo de Jesús en el
Evangelio es id. Todos los días cruzamos a muchas personas, pero — podemos
preguntarnos— ¿vamos al encuentro de esas personas? ¿Hacemos nuestra la
invitación de Jesús o nos quedamos en nuestros propios asuntos? Todos esperan
cosas de los demás, el cristiano va hacia los demás. El testigo de Jesús
jamás busca ser destinatario de un reconocimiento de los demás, sino que es
él quien debe dar amor al que no conoce al Señor. El testigo de Jesús va al
encuentro de todos, no sólo de los suyos, de su grupito. Jesús también te
dice: “Ve, ¡no pierdas la ocasión de testimoniar!”. Hermano, hermana: El
Señor espera de ti ese testimonio que nadie puede dar en tu lugar. «Ojalá
puedas reconocer cuál es esa palabra, ese mensaje de Jesús que Dios quiere
decir al mundo con tu vida. [...] Así tu preciosa misión no se malogrará»
(Exhort. apost. Gaudete et exsultate, 24).
¿Qué instrucciones nos da el Señor para
ir al encuentro de todos? Una sola, muy sencilla: haced discípulos. Pero,
atención: discípulos suyos, no nuestros. La Iglesia anuncia bien sólo si
vive como discípula. Y el discípulo sigue cada día al Maestro y comparte con
los demás la alegría del discipulado. No conquistando, obligando, haciendo
prosélitos, sino testimoniando, poniéndose en el mismo nivel, discípulos con
los discípulos, ofreciendo con amor ese amor que hemos recibido. Esta es la
misión: dar aire puro, de gran altitud, a quien vive inmerso en la
contaminación del mundo; llevar a la tierra esa paz que nos llena de alegría
cada vez que encontramos a Jesús en el monte, en la oración; mostrar con la
vida e incluso con palabras que Dios ama a todos y no se cansa nunca de
ninguno.
Queridos hermanos y hermanas: Cada uno de
nosotros tiene, cada uno de nosotros “es una misión en esta tierra” (cf.
Exhort. apost. Evangelii gaudium, 273). Estamos aquí para testimoniar,
bendecir, consolar, levantar, transmitir la belleza de Jesús. Ánimo, ¡Él
espera mucho de ti! El Señor tiene una especie de ansiedad por aquellos que
aún no saben que son hijos amados del Padre, hermanos por los que ha dado la
vida y el Espíritu Santo. ¿Quieres calmar la ansiedad de Jesús? Ve con amor
hacia todos, porque tu vida es una misión preciosa: no es un peso que
soportar, sino un don para ofrecer. Ánimo, sin miedo, ¡vayamos al encuentro de
todos!
El Papa Francisco revela el secreto de la misión
El Papa Francisco animó a ser misioneros y
a renunciar a las cosas materiales inútiles “que empequeñecen el corazón”
porque el secreto de la misión es que “para partir se necesita dejar, para
anunciar se necesita renunciar”.
Así lo indicó el Santo Padre al celebrar la
Misa por la Jornada Misionera Mundial este domingo 20 de octubre, en la que
explicó que “el anuncio creíble no está hecho de hermosas palabras, sino de
una vida buena: una vida de servicio, que sabe renunciar a muchas cosas
materiales que empequeñecen el corazón, nos hacen indiferentes y nos
encierran en nosotros mismos; una vida que se desprende de lo inútil que ahoga
el corazón y encuentra tiempo para Dios y para los demás”.
“Podemos preguntarnos: ¿Cómo es mi subida?
¿Sé renunciar a los equipajes pesados e inútiles de la mundanidad para subir
al monte del Señor?”, cuestionó el Papa.
En su homilía, el Pontífice describió que
para vivir la misión es necesario “subir al monte a rezar por todos y bajar
del monte para hacerse don a todos”.
“El monte nos recuerda que los hermanos y
las hermanas no se seleccionan, sino que se abrazan, con la mirada y, sobre
todo, con la vida. El monte une a Dios y a los hermanos en un único abrazo, el
de la oración. El monte nos hacer ir a lo alto, lejos de tantas cosas
materiales que pasan; nos invita a redescubrir lo esencial, lo que permanece:
Dios y los hermanos”, afirmó.
En este sentido, Francisco señaló que “la
misión comienza en el monte: allí se descubre lo que cuenta. En el corazón
de este mes misionero, preguntémonos: ¿Qué es lo que cuenta para mí en la
vida? ¿Cuáles son las cumbres que deseo alcanzar?”.
Además, el Papa Francisco subrayó la
importancia de anunciar a todos. “Sabe que nosotros somos testarudos al repetir
‘mío’ y ‘nuestro’: mis cosas, nuestra gente, nuestra comunidad..., y Él no se
cansa de repetir: ‘todos’. Todos, porque ninguno está excluido de su corazón,
de su salvación; todos, para que nuestro corazón vaya más allá de las
aduanas humanas, más allá de los particularismos fundados en egoísmos que no
agradan a Dios. Todos, porque cada uno es un tesoro precioso y el sentido de la
vida es dar a los demás este tesoro”.
“El imperativo de Jesús en el Evangelio es
id. Todos los días cruzamos a muchas personas, pero — podemos preguntarnos—
¿vamos al encuentro de esas personas? ¿Hacemos nuestra la invitación de Jesús
o nos quedamos en nuestros propios asuntos? Todos esperan cosas de los demás,
el cristiano va hacia los demás… El testigo de Jesús va al encuentro de
todos, no sólo de los suyos, de su grupito”, advirtió el Papa.
De este modo, el Santo Padre afirmó:
“Jesús también te dice: Ve, ¡no pierdas la ocasión de testimoniar!. Hermano,
hermana: El Señor espera de ti ese testimonio que nadie puede dar en tu
lugar”, animó Francisco quien animó a ser discípulos. “La Iglesia anuncia bien
sólo si vive como discípula. Y el discípulo sigue cada día al Maestro y
comparte con los demás la alegría del discipulado. No conquistando,
obligando, haciendo prosélitos, sino testimoniando, poniéndose en el mismo
nivel, discípulos con los discípulos, ofreciendo con amor ese amor que hemos recibido”.
“Esta es la misión: dar aire puro, de gran
altitud, a quien vive inmerso en la contaminación del mundo; llevar a la
tierra esa paz que nos llena de alegría cada vez que encontramos a Jesús en
el monte, en la oración; mostrar con la vida e incluso con palabras que Dios
ama a todos y no se cansa nunca de ninguno”, dijo.
Al finalizar, el Papa Francisco explicó que
“cada uno de nosotros tiene, cada uno de nosotros es una misión en esta
tierra” y añadió que “estamos aquí para testimoniar, bendecir, consolar,
levantar, transmitir la belleza de Jesús”.
“Ánimo, ¡Él espera mucho de ti! El Señor
tiene una especie de ansiedad por aquellos que aún no saben que son hijos
amados del Padre, hermanos por los que ha dado la vida y el Espíritu Santo.
¿Quieres calmar la ansiedad de Jesús? Ve con amor hacia todos, porque tu vida
es una misión preciosa: no es un peso que soportar, sino un don para ofrecer.
Ánimo, sin miedo, ¡vayamos al encuentro de todos!”, concluyó.
Papa Francisco: la oración es la condición
indispensable para la misión
El Papa Francisco destacó que la condición
indispensable para vivir plenamente la misión es la oración por lo que animó a
rezar por los misioneros.
Así lo indicó el Santo Padre en el rezo del
Ángelus de este domingo 20 de octubre, día en que la Iglesia Universal celebra
la Jornada Misionera Mundial.
“Para vivir plenamente la misión hay una
condición indispensable: la oración, una oración ferviente e incesante, según
la enseñanza de Jesús proclamada también en el Evangelio de hoy, en la que Él
cuenta una parábola sobre la necesidad de rezar siempre, y sin cansarse nunca.
Nunca”, explicó el Papa.
Reflexionando en el pasaje bíblico del
Evangelio de San Lucas, el Pontífice destacó que “la oración es el primer apoyo
del pueblo de Dios para los misioneros, rica de afecto y de gratitud por su
difícil tarea de anunciar y donar la luz y la gracia del Evangelio a quienes
aún no la han recibido”.
“Hoy es una bella ocasión para
preguntarnos: ¿rezo por los misioneros? ¿Rezo por aquellos que van lejos a
llevar la Palabra de Dios con el testimonio? Pensemos”, dijo el Papa.
Además, el Santo Padre recordó que la
Jornada Misionera Mundial es “una ocasión favorable para que cada persona
bautizada sea más consciente de la necesidad de cooperar en la proclamación de
la Palabra, anunciando el Reino de Dios a través de un compromiso renovado”.
En esta línea, recordó la Carta Apostólica
“Maximum illud” del Papa Benedicto XV escrita en 1919 con el objetivo de dar
“un nuevo impulso a la responsabilidad misionera de toda la Iglesia”.
Según explicó el Papa Francisco, tal
documento advierte “la necesidad de mejorar evangélicamente la misión en el
mundo, para que pudiera ser purificada de cualquier incrustación colonial y
fuera libre de los condicionamientos de las políticas expansionistas de las
naciones europeas”.
Al respecto, Francisco señaló que el
mensaje de Benedicto XV “es todavía actual y estimula a superar la tentación de
toda cerrazón autorreferencial y de toda forma de pesimismo pastoral, para
abrirnos a la novedad alegre del Evangelio”.
“En este tiempo, marcado por una globalización
que debería de ser solidaria y respetuosa de la particularidad de los pueblos,
y en cambio sufre todavía la homologación y los viejos conflictos de poder que
alimentan guerras y arruinan el planeta, los creyentes estamos llamados a
llevar a todas partes, con nuevo entusiasmo, la buena noticia de que en Jesús
la misericordia vence al pecado, la esperanza vence al miedo, la fraternidad
vence a la hostilidad. Cristo es nuestra paz y en Él se supera toda división,
solo en Él está la salvación de cada hombre y de cada pueblo”, expresó el Papa.
Por ello, el Pontífice confió a la Virgen
María “Madre de todas las personas, que acompañe y proteja cada día a los
misioneros del Evangelio”.
El Papa Francisco invita a imitar el ejemplo del
beato mártir Alfredo Cremonesi
Al finalizar el rezo del Ángelus de este
domingo 20 de octubre, el Papa Francisco animó a seguir el ejemplo del beato
Alfredo Cremonesi para ser “operadores de fraternidad y misioneros valientes en
todos los ambientes”.
El Santo Padre recordó que este sacerdote
mártir, miembro del Instituto Pontificio para las Misiones Extranjeras, fue
beatificado el día anterior en la ciudad de Crema, al norte de Italia.
“Fue un incansable apóstol de la paz y un
testigo celoso del Evangelio hasta el derramamiento de la sangre”, indicó el
Papa quien animó para que “su ejemplo nos empuje a ser operadores de
fraternidad y misioneros valientes en todos los ambientes”.
Además, el Santo Padre rezó para que la
intercesión del nuevo beato “sostenga a quienes trabajan hoy para sembrar el
Evangelio en el mundo”.
“¡Demos un aplauso todos juntos al beato
Alfredo!”, exclamó el Papa a los miles de fieles reunidos en la Plaza de San
Pedro.
El beato Alfredo Cremonesi estudió en Crema
y Milán. Partió en el año 1925 en barco desde Nápoles a las misiones birmanas,
lugar en donde realizó su labor pastoral por 28 años.
En la ceremonia de beatificación, el
Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, Cardenal Angelo
Becciu, señaló que en aquel entonces los misioneros se marchaban “y no volvían
más o, si regresaban, era después de muchos años”.
“Eran hombres de Dios, personas que creían.
Habían dado su vida por la difusión del Evangelio. Por eso, si en África o en
Asia o en otros lugares tenemos cristianos lo debemos al sacrificio de estos
hombres así de generosos”, dijo el Cardenal Becciu.
El beato Alfredo Cremonesi fue asesinado en
el año 1953 en Birmania (hoy Myanmar), país que visitó el Papa Francisco junto
a Bangladesh del 26 de noviembre al 2 de diciembre de 2017.