Lo que no viste de la visita del Papa Francisco a Tailandia
Papa Francisco deja en Nunciatura estos regalos como recuerdo de su visita a Tailandia
El Papa llega a Japón e inicia la segunda etapa de su viaje apostólico a Asia
Discurso del Papa Francisco a los obispos de Japón
Proteger toda vida y anunciar el Evangelio no son cosas separadas, afirma el Papa en Japón
Papa Francisco: “Tenemos necesidad de la trascendencia de la Iglesia en Asia”
El Papa Francisco deja Tailandia y parte rumbo a Japón
El Santo Padre estuvo en la capital tailandesa Bangkok del 20 al 23 de noviembre para reunirse con la minoría católica, que representa el 0,59% de los 65 millones de habitantes de Tailandia, la gran mayoría budistas.
En ese sentido, en su encuentro con los sacerdotes y miembros de la vida consagrada, el Papa escuchó el testimonio de una mujer que del budismo se convirtió al catolicismo, por eso los alentó a no ceder “a la tentación de pensar que son pocos, piensen más bien que son pequeños instrumentos en las manos creadoras del Señor. Él irá escribiendo con sus vidas las mejores páginas de la historia de salvación en estas tierras”.
Asimismo, en Tailandia el Papa Francisco dirigió un discurso a las autoridades, sociedad civil y cuerpo diplomático; celebró dos Misas, una en el estadio nacional y otra para los jóvenes en la Catedral de La Asunción; y tuvo un encuentro con los obispos.
Además tuvo reuniones privadas con el Patriarca Supremo de los budistas y con el rey Rama X. También visitó el Saint Louis Hospital, donde se reunió con los profesionales de la salud de este y otros centros asistenciales católicos y visitó a los enfermos.
El avión que traslada a Francisco arribará al aeropuerto de Tokyo-Haneda a las 5:40 p.m. hora de Japón. Luego de la ceremonia de bienvenida partirá hacia la Nunciatura para su encuentro con los obispos japoneses a las 6:30 p.m.
El viaje apostólico del Papa Francisco a Tailandia concluye con su partida el 23 de noviembre de Bangkok. Este es su 32° viaje apostólico internacional y la quinta vez que visita Asia.
En Tailandia el Pontífice se reunió con autoridades, con el Patriarca Supremo de los Budistas, con el personal médico del Hospital católico St. Louis, distintos líderes religiosos, la comunidad católica del país sacerdotes, religiosas y jóvenes.
Aquí compartimos 7 momentos que posiblemente no viste de su viaje a Tailandia:
1.- El tierno abrazo del Papa a un “mini-obispo”
El tierno abrazo del #Papa a un "mini obispo" que se "ha colado" en su encuentro con los responsables de la pastoral en #Tailandia.#ElPapaenTailandia
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El Pontífice abrazó al pequeño, quien esperaba la llegada del Papa junto con otras niñas disfrazadas de religiosas.
2.- Un pequeño se viste de Papa
3.- Muñecos de peluche del Papa Francisco
4.- Niños corean “Viva el Papa”
Lo más dulce que verás hoy! Niños Tailandeses a una sola voz reciben al Papa con un ¡Viva el Papa! #PapaEnTailandia #PopeinThailand
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Cuando el auto en el que estaba el Pontífice se empieza a acercar, todos a una voz empezaron a decir “Viva el Papa”, frase que aprendieron en español, idioma materno del Papa Francisco.
5.- Jóvenes se preparan para recibir al Santo Padre
El precioso himno y coreografía que los jóvenes tailandeses han preparado para cantársela al #PapaFrancisco al final de la misa hoy en la catedral de la Asunción en #Bangkok Ensayan la canción antes de la llegada #PapaenTailandia #PopeinThailand #IdentesBangkok #IdentesTailandia
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6.- Niña se conmueve al abrazar al Papa
7.- Sor Ana María Sivori tiene solo una “queja” de la visita papal
VIDEO: Sister Ana Maria Sivori, #PopeFrancis second cousin and a missionary in Thailand for several decades, has only one regret about his historic visit to Bangkok. #PopeinThailand #ApostolicJourney
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“Solo estará dos días en Bangkok. El no verá Tailandia y eso me pone triste. El verá grandes construcciones, mucho lujo”, señaló la religiosa. Pero “no tendrá la oportunidad de ver que es Tailandia”.
Antes de dejar tierra tailandesa, el Papa Francisco entregó dos obsequios a la Nunciatura en el país, como recuerdo de su vista de cuatro días.
El primero es una medalla conmemorativa diseñada por la artista Daniela Longo, en cuyo lado izquierdo aparece la Virgen de la Asunción, patrona de Tailandia; y en el lado derecho está la Virgen con el Niño Jesús en brazos, venerada en Japón con el título de Virgo de Inventione Christianorum.
Al centro de ambas hay una cruz y sobre esta una hoja de palma, símbolo del martirio. En el borde de la medalla hay 33 semillas, cada una con la inicial del nombre de los 26 mártires japoneses y 7 tailandeses.
Antes de dejar tierra tailandesa, el #PapaFrancisco entregó dos obsequios a la Nunciatura en el país, como recuerdo de su vista de cuatro días. #PopeinThailand #PapaEnTailandia Vatican Media
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El segundo obsequio es un mosaico del escudo de armas del Papa Francisco, elaborado con el sistema tradicional de “corte manual y configuración de cada mosaico de color individual”, indicó la Santa Sede.
Entre los símbolos del escudo del Papa Francisco, aparece en la parte superior el símbolo de la Compañía de Jesús y en la parte inferior su lema Miserando atque eligendo, tomado de las Homilías de San Beda el Venerable que, al comentar el episodio evangélico de la vocación de San Mateo, escribió: Vidit ergo Iesus publicanum et quia miserando atque elige vidit, ait illi Sequere me, que quiere decir “Jesús vio un recaudador de impuestos y, mientras lo miraba con sentimiento de amor, lo eligió y le dijo: Sígueme”.
Francisco estuvo en Tailandia del 20 al 23 de noviembre y en unas horas arribará a Japón, donde permanecerá hasta al martes 26.
El Papa Francisco se encuentra ya en Japón después de que el avión que lo trasladaba desde Bangkok, Tailandia, aterrizara en el aeropuerto de Tokyo-Haneda a las 17:40 de la tarde, hora local de Japón, de este sábado 23 de noviembre.
En el aeropuerto esperaban al Pontífice el Nuncio Apostólico en Japón, Mons. Joseph Chennoth, y el Embajador de Japón ante la Santa Sede.
A continuación, el Vice Primer Ministro de Japón, presente también en la pista de aterrizaje del aeropuerto de la capital japonesa, se acercó a saludar al Papa. Junto a él, dos niños vestidos con traje tradicional ofrecieron flores al Pontífice.
Tras los saludos protocolarios entre ambas delegaciones, japonesa y vaticana, el Vice Primer Ministro acompañó al Santo Padre a la sala VIP del aeropuerto, para mantener un encuentro privado.
Tras ese encuentro, el Papa se trasladará a la Nunciatura Apostólica en Tokyo antes de dar comienzo a su agenda oficial en Japón.
El viaje apostólico del Papa Francisco a Japón se desarrollará hasta el próximo martes 26 de noviembre. En su agenda, está prevista la visita a las ciudades de Hirosima y Nagasaki, ciudades que padecieron el ataque con bombas atómicas durante la Segunda Guerra Mundial.
Además, otro momento de especial significado será su encuentro con las víctimas del llamado “Triple Desastre”, el terremoto de magnitud 9 que ocasionó un tsunami y la explosión de tres reactores de la central nuclear de Fukushima.
La Iglesia en Japón
El cristianismo llegó a Japón en el siglo XVI con la labor evangelizadora de San Francisco Saverio, que llegó a la isla el 15 de agosto de 1549 junto con jesuitas, franciscanos, dominicos y agustinos.
En 60 años, los misioneros consiguieron construir una rica comunidad cristiana centrada en la fe con fuertes raíces en la cultura local. La comunidad católica llegó a superar los 300.000 fieles y tenía su centro en la ciudad de Nagasaki.
En el siglo XVII se desataron las persecuciones. En 1597 26 mártires cristianos fueron crucificados. Privados del clero y de iglesias, y a pesar de las masacres, algunos cristianos japoneses lograron sobrevivir trasmitiendo la fe en secreto de generación en generación. Era la época de los “kakure kirishitan”, o cristianos escondidos.
Su existencia se mantuvo en secreto incluso para el resto de la Iglesia hasta su “descubrimiento” a mitad del siglo XIX, cuando se abre de nuevo el país al resto del mundo y se permite el regreso de los misioneros.
Los siglos XIX y XX son los del renacimiento de la Iglesia en Japón. En 1862 se canonizaron a los 26 mártires cristianos de 1597. Regresaron los misioneros jesuitas, franciscanos, dominicos y se les añadieron los salesianos. En esa época se erigen las diócesis de Nagasaki y Osaka, y la Archidiócesis de Tokyo.
En el año 1942 se establecen las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y Japón, aunque el proceso se interrumpió debido a la Segunda Guerra Mundial. Las relaciones diplomáticas quedaron penamente reestablecidas en 1966 con la institución de una nunciatura apostólica.
A pesar de la libertad religiosa, el cristianismo en Japón se sigue percibiendo como una religión extranjera y su número de fieles es pequeño.
Con una población de más de 126 millones de habitantes, los católicos son 536 mil, el 0,42% de la población. El 79% de la población es sintoísta y el 66% budista.
La Iglesia cuenta con 16 circunscripciones eclesiásticas, 859 parroquias, 102 centros pastorales de diversa naturaleza, 29 obispos, 511 sacerdotes diocesanos, 896 sacerdotes religiosos, 29 diáconos permanentes, 173 religiosos no sacerdotes, 4.976 religiosas, 174 miembros de institutos seculares, 5 misioneros laicos, 1.307 catequistas y 80 seminaristas.
Este sábado 23 el Papa Francisco se reunió en la Nunciatura Apostólica el encuentro con los obispos de Japón, con quienes conversó sobre la realidad de la sociedad japonesa, recordó a los 26 mártires del siglo XVI y señaló que “proteger toda vida y anunciar el Evangelio no son dos cosas separadas ni contrapuestas: se reclaman y necesitan”.
A continuación el discurso completo del Papa Francisco:
Queridos hermanos Obispos:
Estoy muy contento por el don de visitar Japón y por la bienvenida que me han brindado. Agradezco especialmente al Arzobispo Takami por sus palabras en nombre de toda la comunidad católica de este país. Estando aquí con ustedes, en este primer encuentro oficial, quiero saludar a todas vuestras comunidades, laicos, catequistas, sacerdotes, religiosos, personas consagradas, seminaristas. Y también quiero extender el abrazo y mis oraciones a todos los japoneses en este período marcado por la entronización del nuevo Emperador y el inicio de la era Reiwa.
No sé si sabrán, pero desde joven sentía simpatía y cariño por estas tierras. Han pasado muchos años de aquel impulso misionero cuya realización se hizo esperar. Hoy, el Señor me regala la oportunidad de estar entre ustedes como peregrino misionero tras los pasos de grandes testigos de la fe. Se cumplen 470 años de la llegada de san Francisco Javier al Japón, quien marcó el comienzo de la difusión del cristianismo en esta tierra. En su memoria, quiero unirme a ustedes para dar gracias al Señor por todos aquellos que, a lo largo de los siglos, se dedicaron a sembrar el Evangelio y a servir al pueblo japonés con gran unción y amor; esta entrega le dio un rostro muy particular a la Iglesia nipona. Pienso en los mártires San Pablo Miki y sus compañeros y en el beato Justo Takayama Ukon, que en medio de tantas pruebas dio testimonio hasta su muerte. Esta entrega para mantener viva la fe a través de la persecución ayudó a la pequeña comunidad cristiana a crecer, consolidarse y dar fruto. También pensemos en los “cristianos ocultos”, de la región de Nagasaki, que mantuvieron la fe por generaciones a través del bautismo, la oración y la catequesis; auténticas Iglesias domésticas que resplandecían en esta tierra, quizás sin saberlo, como espejo de la familia de Nazaret.
El camino del Señor nos muestra cómo su presencia se “juega” en la vida cotidiana del pueblo fiel, que busca la manera de seguir haciendo presente su memoria; una presencia silenciosa, memoria viva que recuerda que donde dos o más estén reunidos en su Nombre allí estará Él, con la fuerza y la ternura de su Espíritu (cf. Mt 18,20). El ADN de vuestras comunidades está marcado por este testimonio, antídoto contra toda desesperanza, que nos señala el camino hacia donde poner la mirada. Ustedes son una Iglesia viva, que se ha mantenido pronunciando el Nombre del Señor y contemplando cómo Él los guiaba en medio de la persecución.
La siembra confiada, el testimonio de los mártires y la paciente expectativa de los frutos que el Señor regala a su tiempo, caracterizaron la modalidad apostólica con la que han sabido acompañar la cultura japonesa. Como resultado, forjaron a lo largo de estos años un rostro eclesial muy apreciado, en general, por la sociedad nipona, gracias a sus numerosas aportaciones al bien común. Este importante capítulo de la historia del país y de la Iglesia universal, ha sido ahora reconocido con la designación de las iglesias y pueblos de Nagasaki y Amakusa como lugares del Patrimonio Cultural Mundial; pero, sobre todo, como memoria viva del alma de vuestras comunidades, esperanza fecunda de toda evangelización.
Este viaje apostólico está marcado por el lema «proteger toda vida», que bien puede simbolizar nuestro ministerio episcopal. El obispo es aquel a quien el Señor llamó de en medio de su pueblo, para devolverlo como pastor capaz de proteger toda vida, lo que determina en cierta medida el escenario a donde debemos apuntar.
La misión en estas tierras estuvo marcada por una fuerte búsqueda de inculturación y diálogo, que permitió el desarrollo de nuevas modalidades independientes a las desarrolladas en Europa. Sabemos que, desde el inicio, se usaron escritos, el teatro, la música y todo tipo de medios, en su gran mayoría en idioma japonés. Este hecho demuestra el amor que los primeros misioneros sentían por estas tierras. Proteger toda vida significa, en primer lugar, tener esta mirada contemplativa capaz de amar la vida de todo el pueblo que les fue confiado, para reconocer en él ante todo un don del Señor. «Porque sólo lo que se ama puede ser salvado. Sólo lo que se abraza puede ser transformado» (XXXIV Jornada Mundial de la Juventud, Panamá, Vigilia de oración, 26 enero 2019). Principio de encarnación capaz de ayudar a posicionarnos ante toda vida como un don gratuito, por sobre otras consideraciones, válidas pero secundarias. Proteger toda vida y anunciar el Evangelio no son dos cosas separadas ni contrapuestas: se reclaman y necesitan. Ambas significan estar atentos y velar ante todo aquello que hoy pueda estar impidiendo, en estas tierras, el desarrollo integral de las personas confiadas a la luz del Evangelio de Jesús.
Sabemos que la Iglesia en Japón es pequeña y los católicos son una minoría, pero esto no debe restarle valor a vuestro compromiso con una evangelización que, en vuestra situación particular, la palabra más fuerte y clara que pueden brindar es la de un testimonio humilde, cotidiano y de diálogo con otras tradiciones religiosas. La hospitalidad y el cuidado que muestran a los numerosos trabajadores extranjeros, que representan más de la mitad de los católicos de Japón, no sólo sirve como testimonio del Evangelio en medio de la sociedad japonesa, sino que también certifica la universalidad de la Iglesia, demostrando que nuestra unión con Cristo es más fuerte que cualquier otro vínculo o identidad, y es capaz de llegar y alcanzar a todas las realidades.
Una Iglesia martirial puede hablar con mayor libertad, especialmente al abordar cuestiones urgentes de paz y justicia en nuestro mundo. Pronto visitaré Nagasaki e Hiroshima donde rezaré por las víctimas del bombardeo catastrófico de estas dos ciudades, y me haré eco de vuestros propios llamados proféticos al desarme nuclear. Deseo encontrar a aquellos que aún sufren las heridas de este trágico episodio de la historia humana, así como a las víctimas del “triple desastre”. Su sufrimiento continuado es un recordatorio elocuente a nuestro deber humano y cristiano de ayudar a los que sufren en el cuerpo y en el espíritu, y de ofrecer a todos el mensaje evangélico de esperanza, curación y reconciliación. El mal no hace acepción de personas y no pregunta sobre pertenencias; simplemente irrumpe con su vehemencia destructora, como ha sucedido recientemente con el devastador tifón que ha provocado tantas víctimas y daños materiales. Encomendemos a la misericordia del Señor a los que han muerto, a sus familiares, y a todos los que han perdido sus casas y bienes materiales. Que no tengamos miedo a desarrollar siempre, aquí y en todo el mundo, una misión capaz de levantar la voz y defender toda vida como un don preciado del Señor.
Los animo, pues, en sus esfuerzos para garantizar que la comunidad católica en Japón ofrezca un testimonio claro del Evangelio en medio de toda la sociedad. El apreciado apostolado educativo de la Iglesia representa un gran recurso para la evangelización, y demuestra el compromiso con las más amplias corrientes intelectuales y culturales; la calidad de su contribución dependerá naturalmente del fomento de su identidad y misión.
Somos conscientes de que existen diversos flagelos que atentan contra la vida de algunas personas de vuestras comunidades, que están marcadas, por diversas razones, por la soledad, la desesperación y el aislamiento. El aumento del número de suicidios en vuestras ciudades, así como el “bulismo” (ijime), y diversas formas de auto exigencia, están creando nuevos tipos de alienación y desorientación espiritual.
¡Cómo afecta esto especialmente a los jóvenes! Los invito a que les presten especial atención a ellos y a sus necesidades, busquen priorizar espacios donde la cultura de la eficacia, el rendimiento y el éxito se vea visitada por la cultura de un amor gratuito y desinteresado capaz de brindar a todos, y no sólo a los que “llegaron”, posibilidades de una vida feliz y lograda. Con su celo, ideas y energía, así como con una buena formación y bien acompañados, vuestros jóvenes pueden ser una fuente importante de esperanza para sus contemporáneos, y dar un testimonio vital de la caridad cristiana. Una búsqueda creativa, inculturada e ingeniosa del kerigma puede tener mucho eco en tantas vidas anhelantes de compasión.
Sé que la mies es mucha y los obreros pocos, por eso los estimulo a buscar, desarrollar y fomentar una misión capaz de involucrar a las familias y a promover una formación capaz de alcanzar a las personas allí donde estas se encuentren, asumiendo siempre la realidad: el punto de partida para todo apostolado nace del lugar donde las personas están en sus rutinas y quehaceres. Allí, tenemos que llegar al alma de las ciudades, de los trabajos, de las universidades para acompañar con el Evangelio de la compasión y la misericordia a los fieles que nos fueron confiados.
Nuevamente gracias por la oportunidad que me regalan de poder visitar y celebrar con vuestras Iglesias locales. Pedro quiere confirmarlos en la fe, pero también viene a tocar y dejarse renovar en las huellas de tantos mártires testigos de la fe; recen para que el Señor me regale esta gracia.
Pido al Señor que los bendiga y, en ustedes, a vuestras comunidades.
El Papa Francisco dirigió este sábado 23 su primer discurso oficial en Japón durante el encuentro que tuvo con los obispos, a quienes alentó a seguir pastoreando la pequeña comunidad católica y afirmó que “proteger toda vida”, lema del viaje, “y anunciar el Evangelio no son dos cosas separadas”, sino que “se reclaman y necesitan”.
Francisco dijo estas palabras en la Nunciatura Apostólica ubicada en Tokyo, luego de escuchar el saludo del presidente de la Conferencia Episcopal del Japón y Arzobispo de Nagasaki, Mons. Joseph Mitsuaki Takami, quien recordó que este año la Iglesia local también celebra los 470 años de la llegada del santo jesuita San Francisco Javier y sus compañeros, que trajeron el cristianismo a este país.
Sin embargo, recordó el Prelado, en 1614 “comenzó una persecución que duró 260 años y muchos fueron martirizados”. Sin embargo, “durante ese tiempo y principalmente en la región de Nagasaki los creyentes mantuvieron su fe a su modo y la transmitieron a través del bautismo, la oración y la enseñanza”, relató.
Mons. Takami dijo que “en reconocimiento de este importante hecho histórico, el año pasado, iglesias y villas del área de Nagasaki fueron reconocidas como Patrimonio de la Humanidad”.
Estas palabras del presidente del Episcopado japonés fueron recogidas por el Santo Padre en su discurso. “Ustedes son una Iglesia viva, que se ha mantenido pronunciando el Nombre del Señor y contemplando cómo Él los guiaba en medio de la persecución”, les dijo, y recordó al jesuita San Pablo Miki, crucificado en febrero de 1597 junto a otros dos jesuitas y 23 franciscanos luego de ser forzados a caminar mil kilómetros desde Kioto a Nagasaki.
Así, tras compartir que desde joven quería ser misionero en Japón, Francisco invitó a los obispos a unirse en acción de gracias por a Cristo por todos los que durante siglos sembraron el Evangelio y sirvieron “al pueblo japonés con gran unción y amor; esta entrega le dio un rostro muy particular a la Iglesia nipona”.
Proteger toda vida
El Papa Francisco recordó a los obispos japoneses que este viaje apostólico que culmina el 26 de noviembre “está marcado por el lema ‘proteger toda vida’, que bien puede simbolizar nuestro ministerio episcopal”. “El obispo es aquel a quien el Señor llamó de en medio de su pueblo, para devolverlo como pastor capaz de proteger toda vida, lo que determina en cierta medida el escenario a donde debemos apuntar”, señaló.
“Proteger toda vida significa, en primer lugar, tener esta mirada contemplativa capaz de amar la vida de todo el pueblo que les fue confiado, para reconocer en él ante todo un don del Señor”, afirmó Francisco, y recordó que toda vida es “un don gratuito, por sobre otras consideraciones, válidas pero secundarias”.
“Proteger toda vida y anunciar el Evangelio no son dos cosas separadas ni contrapuestas: se reclaman y necesitan. Ambas significan estar atentos y velar ante todo aquello que hoy pueda estar impidiendo, en estas tierras, el desarrollo integral de las personas confiadas a la luz del Evangelio de Jesús”, expresó.
El Papa también les dijo que el hecho de que la Iglesia en Japón sea pequeña y los católicos una minoría, “esto no debe restarle valor a vuestro compromiso con una evangelización que, en vuestra situación particular, la palabra más fuerte y clara que pueden brindar es la de un testimonio humilde, cotidiano y de diálogo con otras tradiciones religiosas”.
El Papa señaló que visitará Nagasaki e Hiroshima para rezar “por las víctimas del bombardeo catastrófico de estas dos ciudades, y me haré eco de vuestros propios llamados proféticos al desarme nuclear”.
“Deseo encontrar a aquellos que aún sufren las heridas de este trágico episodio de la historia humana, así como a las víctimas del ‘triple desastre’”, de marzo de 2011, y que consiste en el terremoto de 9 grados que provocó un tsunami en la costa noreste del país, luego del cual ocurrió el accidente nuclear en Fukushima.
El Papa Francisco animó a encomendar “a la misericordia del Señor a los que han muerto, a sus familiares, y a todos los que han perdido sus casas y bienes materiales. Que no tengamos miedo a desarrollar siempre, aquí y en todo el mundo, una misión capaz de levantar la voz y defender toda vida como un don preciado del Señor”.
Realidad de la sociedad japonesa
En su discurso, el Santo Padre también abordó los “diversos flagelos que atentan contra la vida de algunas personas de vuestras comunidades, que están marcadas, por diversas razones, por la soledad, la desesperación y el aislamiento”.
Dijo que el aumento de suicidios, así como el “bulismo” (ijime), “y diversas formas de auto exigencia, están creando nuevos tipos de alienación y desorientación espiritual” que afectan especialmente a los jóvenes.
Francisco les pidió prestar “especial atención a ellos y a sus necesidades, busquen priorizar espacios donde la cultura de la eficacia, el rendimiento y el éxito se vea visitada por la cultura de un amor gratuito y desinteresado capaz de brindar a todos, y no sólo a los que ‘llegaron’, posibilidades de una vida feliz y lograda”.
El Papa les aseguró que “con su celo, ideas y energía, así como con una buena formación y bien acompañados, vuestros jóvenes pueden ser una fuente importante de esperanza para sus contemporáneos, y dar un testimonio vital de la caridad cristiana. Una búsqueda creativa, inculturada e ingeniosa del kerigma puede tener mucho eco en tantas vidas anhelantes de compasión”.
El Papa Francisco los estimuló a que, a pesar de ser pocos, busquen y fomenten “una misión capaz de involucrar a las familias y a promover una formación capaz de alcanzar a las personas allí donde estas se encuentren”.
“El punto de partida para todo apostolado nace del lugar donde las personas están en sus rutinas y quehaceres. Allí, tenemos que llegar al alma de las ciudades, de los trabajos, de las universidades para acompañar con el Evangelio de la compasión y la misericordia a los fieles que nos fueron confiados”, afirmó.
Finalmente, les dijo que como Sucesor de Pedro “quiere confirmarlos en la fe, pero también viene a tocar y dejarse renovar en las huellas de tantos mártires testigos de la fe; recen para que el Señor me regale esta gracia”.
Al término de su discurso, el Santo Padre respondió algunas preguntas de los obispos japoneses.
El Papa Francisco afirmó que la Iglesia en los países occidentales “tenemos necesidad” de la trascendencia de la Iglesia en los países asiáticos.
“La Iglesia en Asia es una Iglesia con una dimensión de trascendencia, porque en la cultura de estos países hay una mentalidad de que no todo termina en la tierra. Esta dimensión de trascendencia hace bien a los países occidentales. Tenemos necesidad de ello”.
El Papa se expresó así durante la conversación que mantuvo con los obispos de Japón tras el discurso oficial que pronunció ante ellos este sábado 23 de noviembre en la nunciatura apostólica de Tokio, en el viaje apostólico que está realizando a este país asiático.
La primera pregunta que los obispos plantearon al Pontífice fue sobre la intención que tenía el Papa, cuando era un recién ordenado P. Bergoglio, de acudir a Japón en misión.
En su respuesta, el Santo Padre señaló que “yo deseaba venir como misionero cuando estudiaba filosofía. Me atraía mucho, no sé por qué, pero Japón me atraía. Era un lugar de misión, quizás fuese por la belleza”.
“Posteriormente, durante los tres años de magisterio, realicé una petición formal al General, que había sido elegido hacía poco, al P. Arrupe. Sin embargo, como me habían extraído una parte del pulmón, él respondió: no, tu salud no te lo permite”.
El P. Arrupe explicó al ahora Papa en su respuesta que “debía canalizar el celo apostólico hacia otra dirección. Un poco me hizo pensar que solo viviría unos años más. Pero me tomé mi revancha y, cuando fue Provincial, me ‘vengué’ enviando cinco jóvenes a Japón”.
En una segunda pregunta, preguntaron al Papa Francisco dónde encontró la fotografía del niño de Nagasaki que lleva en su espalda el cuerpo de su hermano muerto como consecuencia de la explosión de la bomba atómica.
“No lo recuerdo bien”, reconoció el Pontífice. “Pero ya era Papa. Alguno me la mandó, creo que fue un periodista, y cuando la vi, me tocó el corazón. He rezado mucho mirando esa fotografía, y me vino a la mente publicarla y usarla como una estampa para distribuir. Únicamente le añadí un título: ‘El fruto de la guerra’. Y la distribuí por todos sitios. Cada vez que podemos, la distribuimos, y ha hecho mucho bien”.
A continuación, se le preguntó por el mensaje principal que pretende transmitir durante su estancia en Japón: “Mi primer mensaje ya lo transmití a los jóvenes en el aeropuerto. Había muchos, y unos me dijo: ‘¡Denos un mensaje a los jóvenes!’. Yo lo miré y le dije: ‘Camina, camina siempre, y tal vez te caigas, pero de ese modo aprenderás a levantarte y a progresar en la vida’”.
“Luego comprendí que el inconsciente me había traicionado, porque era un mensaje contra el perfeccionismo y el desaliento de los jóvenes cuando no obtienen lo que quieren, y hay tantas depresiones, suicidios y problemas que conocéis”.
El Papa también reveló que una palabra clave de su mensaje en Japón será la “cercanía”. Cercanía “a la familia y, sobre todo, a los sacerdotes y consagrados, hombres y mujeres, catequistas que no se desaniman, que permanecen cercanos al pueblo de Dios para que el mensaje llegue”.
Asimismo, adelantó que en su visita a las ciudades de Nagasaki e Hiroshima, mañana domingo 24 de noviembre, condenará el uso de armas nucleares.